De los viajes con mi papá, aprendí un nudo que aumenta la fuerza que se imprime al sujetar algo, lo practiqué tanto hasta descubrir que no sirve cuando queda en un borde pues se pierde la tensión y se deshace. Una noche estábamos de gira por Durango cuando mi padre realizaba su nudo y este quedó colocado en el borde de la escenografía; me tranquilicé, despojé mis manos, me acerqué a la camioneta y me quedé junto a la puerta. En ese momento mi padre tiró de la cuerda con fuerza, de espaldas hacia la puerta, me sujeté a la camioneta y le escuché decir: "hola, flaco". Un golpe se escuchó en el aire, mi padre se precipitó hacia donde estaba esperándolo, agradeciéndole por el nudo que me enseñó.
sábado, 29 de junio de 2013
viernes, 10 de agosto de 2012
El vino se nos agrió
en el mueble que lo guardaba;
porque no hubo tiempo,
la fortuna lo impidió
y había otras cosas por hacer.
Por esos viajes agotadores,
por las charlas cotidianas,
y ese tiempo,
que como humo se escapó.
Ni la verdad más cruda
o la mentira más colorida
lo impidió...
Así tan rápido,
como el tiempo
que se nos fue.
viernes, 3 de agosto de 2012
Don Botello
domingo, 15 de mayo de 2011
Casi muero
Un día, bajaba desesperado del Ajusco a 70Km/h. Recuerdo que el paraíso estaba en llamas y me arrepentía de haber apostado todo por una empresa que no tenía futuro ya. En mi pensamiento sólo existía una urgencia, la de abrazarme a ti, la de aferrarme a la posibilidad de poder hacerlo bien, esta vez. Miraba a la distancia la luz del siguiente semáforo, y en cada tope yo me aferraba al manubrio de la moto, pero no me detenía; el siguiente semáforo, en verde, y continuaba bajando desenfrenadamente, emocionado, alegre. Otro semáforo en verde, y... un taxi. Un puto taxi que se saltó la luz roja, me puso el alto. En la misma calle de Acanto. ¡Eres un pendejo!, le dije al taxista para mis adentros; pero me lo decía realmente a mí, porque no tenía control sobre mi vehículo, porque iba acelerado por llegar. Todo se redujo a tres posibilidades: esquivarlo, saltarlo, o estrellarme de lleno. Me hice bolita y azoté contra la ventana de la puerta trasera derecha. Y del golpe, hasta mis lentes de sol se enchuecaron por el impacto entre el casco y la ventana. Luego caí al suelo, donde intenté incorporarme y nada... me desplomé mientras el taxista se intentaba dar a la fuga, que al final ni me pagó nada por el daño hecho a mi moto, porque yo sabía que también fue culpa mía. Pero los trabajadores de la funeraria que estaba en la esquina, lo habían detenido diciéndole que sí, que se había brincado el semáforo. ¿Sí leíste?, ¡había una funeraria en la esquina!. Por eso digo que ese día casi muero. Ya ni siquiera intenté arrancar mi motocicleta, me subí a ella y la dejé correr, apagada, por la picacho Ajusco porque a dos cuadras había un taller de Italika. ¿Te puedo dejar mi moto?, está bien, sí, espero la cotización, gracias. Y seguí mi camino hacia Tasqueña. Llegué del lado del OXXO, no recuerdo cómo, pero estaba lejos desde ahí para encontrarte. ¿Y luego?, Ya luego, no recuerdo mucho, creo que no te conté lo de mi moto, creo que no platicamos mucho. En el lago con la luz de la luna, se iluminaban las nubes y te platiqué que de ese color yo veía los sueños, que a veces mis sueños se iluminaban como estaba iluminada la noche, entre azul y gris, a media luz. Quizás para intentar alargar el momento, para intentar que olvidaras, que desde siempre te ofrecí, la intermitencia de mi presencia.
viernes, 10 de diciembre de 2004
Para no quererte tanto
viernes, 24 de septiembre de 2004
Mi primer beso
para no perder el tiempo,
de pronto me acerqué
y me quedé sin aliento.
Nuestros labios se encontraron solos,
con un brazo rodeé tu cintura,
con el otro acaricié tu espalda,
y en mi mente ahí, se dibujaba
este beso pero sin palabras.
Y no dejaré
de decirle que me encanta.
No negaré
que sonríe cuando habla.
Y no olvidaré
que en sus ojos algo me guardaba
y se borró
cuando le dije que iba a enamorarme,
mientras pensaba en volver a besarle.
Su cintura parecía algo más
y con lo suave de sus labios
me llevaba a otro lugar,
donde estaba sólo ella a mi lado.
Nuestros labios se buscaron solos,
con sólo un brazo tomé su cintura,
con el otro acaricié su espalda,
y en sus labios ya se dibujaba
este beso pero sin palabras.
Y no dejaré
de decirle que me encanta.
No negaré
que sonríe cuando habla.
Y no olvidaré
que en sus ojos tiene una mirada
que es tan sexy y tan alocada
que me obliga a volver a amarla.
Y seguro hasta volvería a besarla.