Dio 3 maullidos, luego se puso tiesa. Murió, pensé, luego lloré. Con mis uñas abrí su pequeña boquita y soplé dentro. No te vayas, chiquita, estás cansada, ¿verdad?. Como si despertara de un sueño, se volvió a mover, sin equilibrio.
Dormí toda la noche abrazándola, con el miedo de no darme cuenta si se moría, otra vez.