jueves, 29 de octubre de 2015

Joaquín



Son las 6:15pm, igual que ayer, y Joaquín se sienta en la misma banca que ayer, de la misma estación que viene frecuentando desde hace un año, que fue cuando recobró la memoria. Se ubica junto al area de comida aunque comió hace un par de horas, abre un libro de título insignificante, repasa algunas páginas y levanta la mirada antes de seguir leyendo. Su mirada se clava en el mismo lugar, una y otra vez, como buscando algo, como si estuviera perdido o como si esperara a alguien. Su mirada no vacila, sabe hacia dónde mirar y parece reconocer a alguien. Le busca el cabello y las manos pero sabe que ella ya no trabaja ahí. Su ilusión se desvanece muy deprisa porque no encuentra la misma sonrisa enmarcada por su cabello rizado y sus ojos como estrellas. Aparta el libro y se pone a escribir. Joaquín es algo tímido y silencioso, aun así le escribe una canción que nunca le podrá cantar. Quiere guardarla para el futuro. En ella le confiesa que no hay nadie que se pueda comparar, que es única y que es imposible imaginarla, que no la puede recrear en su imaginación con la fuerza que tiene su ser. Es que ella desbordaba sus sentimientos y le hacía creer que todo era posible, a veces no le decía nada, otras veces le confesaba que él le daba paz, y con eso él se sentía tranquilo, contento y amado. Eso bastaba. A Joaquín, esto le hace derramar una lágrima, luego una sonrisa, luego le duele haber recordado todo lo que sucedió, porque hoy es tarde, y hace un año ya era tarde. Escucha una risa alegre y voltea, quizá sea ella tomando helado o bebiendo café, o acercándose a tomarle de la mano y llevarle a caminar por la ciudad, de noche, para contarle cuentos y platicar de libros, del trabajo, o de comida, porque Joaquín y ella eran muy tragones, aunque lo intentaran disimular. Joaquín intenta sonreír, cierra el libro y camina. Se acerca a donde trabajaba ella y pide un sándwich, de carne, como el que ella le invitaba. Una mordida, cierra los ojos y llora desconsoladamente. Dos mordidas, y de recuerdos le quema el pecho. Tres, y vuelve a casa. Hasta mañana, piensa, por si te vuelvo a ver.