Hace dos semanas, antes del terremoto, sucumbía ante la ausencia de sueño. El desvelo me tenía en un estado anímico primitivo. La fortaleza de la maratón me motivó a buscar una salida a este martirio. Recuerdo que tomé algunas siestas no mayores a quince minutos y eso me daba la energía suficiente para continuar. Entre mis dos trabajos y las tareas de escuela que tenía pendientes por entregar, la presión me aturdía los oídos y me provocaba un dolor en las muelas muy devastador. ¿Mencioné que también tenía pendiente ir a verificar el auto?. Responsabilidades, enfermedad, compromisos. Todo en un conjunto aterrador. Y luego, el desenlace. El terremoto. El que alimenta mi creencias de conspiración, basadas en las lecturas de la teoría electromagnética. Escribo hoy, a dos semanas de los quince minutos que dormí.